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Compra de cartera

La precaución que se debe tener es no incrementar o topar irracional e impulsivamente ese nuevo límite de endeudamiento, sino dejarlo como un cupo disponible para eventualidades o necesidades extraordinarias

La compra de cartera consiste en un desembolso de un crédito nuevo que salda obligaciones financieras, principalmente de modalidades de consumo y libre inversión, permitiéndoles concentrarlas en una entidad, a una tasa de interés más baja y nuevo plazo elegible entre dos a cinco años.

Desde el punto de vista de los bancos, esta propuesta obedece a una estrategia que les permite capturar clientes nuevos o fidelizar a los propios y así combatir un modesto crecimiento de su cartera que se ha estabilizado en un 6,3% anual en promedio -de enero a mayo- y luce baja frente a crecimientos de dos dígitos presenciados en el pasado. Estos clientes cuentan además con un atributo muy atractivo y es su buen hábito de pago, el cual es condición necesaria para que se materialice la oferta comercial.

Desde la óptica del consumidor financiero puede verse como un premio a su excelente historial crediticio, lo cual le permite ser sujeto de dichas campañas de compra de cartera, pero debe manejarse con precaución y raciocinio para que este tipo de modalidades y estrategias de los bancos terminen mejorando sus finanzas personales, su flujo de caja y alivianando el costo de sus obligaciones financieras.

La forma adecuada en que esta situación se traduzca en un beneficio económico para el cliente es que la compra de cartera no modifique su actual saldo de deuda, reduzca el monto de los intereses pagados mensualmente, disminuya el valor de su cuota mensual (lo cual dependerá que el plazo de la nueva obligación no sea menor de cualquiera de las pasadas) y, por ende, su ingreso disponible mensual se incremente.

Las tasas ofrecidas para esta modalidad oscilan entre 0,75% y el 1,2% efectivas mensuales y dependen del perfilamiento de riesgo de crédito que tenga el cliente objeto de la campaña y del plazo, en algunas entidades. Estas tasas, comparadas con las tasas de interés de los créditos de libranza, consumo, libre inversión y las tarjetas de crédito que en condiciones normales se han ubicado en los últimos años entre 1,8% y 2,4% efectivo mensual, representan una interesante reducción del gasto de intereses para un nivel de deuda dado y configuran de facto una mejora en el flujo de caja, o lo que es lo mismo un incremento en el ingreso disponible de las familias.

Los bemoles que puede tener esta estrategia, si no es bien orientada por el tomador del crédito, residen en que esta modalidad salda (lleva a cero) las obligaciones de tarjetas de crédito y créditos rotativos, entre otros, que el cliente tiene en otras entidades y concentra toda la deuda financiera en una única nueva obligación -casi siempre en la modalidad de tarjeta(s) de crédito-. Pero los cupos de dichos productos saldados quedan disponibles y a tasas plenas - ¿recuerdan? entre 1,8% y 2,4%- en caso de nuevas utilizaciones, por lo que su capacidad de endeudamiento aumenta de manera automática.

La precaución que se debe tener es no incrementar o topar irracional e impulsivamente ese nuevo límite de endeudamiento, sino dejarlo como un cupo disponible para eventualidades o necesidades extraordinarias, de lo contrario la bondad de la campaña representada en la reducción de intereses se va al traste y terminará con un mayor endeudamiento y deterioro de sus finanzas personales.

Fuente: La República